Hace apenas unos días mi amigo Pato Bravo me pidió que le analizara un poema mío para musicalizarlo. Le dije que eso es trabajo de los exegetas, de los tipos de investigaciones: ellos tienen olfato y saben seguir las pistas. De todas formas me gustaría añadir un pequeño comentario a este poema que escribí hace apenas unos días.
El Retorno
El empleado del almacén juega con un perro
y en la caja el dueño cuenta
las monedas que le agotaron la vida
una tras otra,
sin despegarse por años de su Sábado Gigante.
La vecina se asoma por la tarde
a una esquina de ciruelos, niños y evangélicos;
una sombra proyecta la sospecha:
su vuelta después de tantos mares.
El Amaya se aferra a la reja
toca el timbre, pregunta por mi abuelo
y me cuenta de su viaje al Japón,
de los anillos que se asoman de su vejez
mientras detrás de nosotros
el magnolio desprende sus pétalos en el tiempo.
Alguien con pasos inseguros
carga una bolsa con verduras
Ve pasar el otoño
como si las hojas dudasen
como si el murmullo del viento fuera falso.
Las estaciones que no terminan
Este retorno que no termina.
En principio el poema quiso ser una trilogía, pero me la ganó. Esto suele pasar, pero más haya de sentirme inútil, me produjo vergüenza, la vergüenza necesaria para renunciar a él y dejar que sea en sus propios límites.
La idea nació de un día en que salí a caminar por el pueblo –acto de valentía que suelo hacer- y en donde me encontré con una serie de imágenes que atentaron contra mi tranquilidad. Primero que todo fue la palabra “Almacén”; me di cuenta que jamás en mi vida había hecho uso de tal conjugación de letras y sonidos, por lo que decidí buscar su esencia visitando los que aún perduran en las esquinas. Pero antes debo hacer una confesión, sé que es patética, pero no por ella desmerecedora de valor; esa noche salí a caminar para reflexionar sobre la idea del Eterno Retorno de Nietszche; si, es patético, y casi únicamente propio de un personaje de Dostoieski.
Todo esto se unió con la situación que siempre presenta el pueblo: el triste retornar a lo mismo de sus habitantes. Aunque no tan triste, más bien el romántico retorno de lo mismo. Así, los personajes desarrollan actos sumidos en un presente que no visualiza su fin:
El empleado que juega con el perro
El dueño que cuenta las monedas
La vecina que se asoma por la tarde
El Amaya que me habla
La persona que se detiene ante el paso del otoño…pero este es casi un caso aparte.
Sucede que son actos no finalizados, que aún se mueven en el presente, que siempre vuelven a desenlazarse. Por lo tanto -no sé si conscientemente- el poema tiene un tono de angustia, por actos incompletos en una realidad que no tiene más sentido que la repetición, así como las estaciones. Digo que no sé si esto fue conscientizado, porque esa noche llegué a una conclusión que no está lejana al tono y al ritmo del poema; y es que la angustia es una manifestación del eterno retorno, ya sea al momento de la creación artística (enfrentarse al vacío de nombrar) o a la experiencia histórica de la muerte de los valores y la pérdida de sentido del obrar humano (las épocas de decadencia).
Por tanto, más allá de estas reflexiones el poema contiene en sí el ritmo vital de una ciudad. Y a la vez se convierte en esa visibilidad del tiempo que es la ruina. La persona que se detiene ante el tiempo, es una persona que vuelve a ver realidad como si fuera nueva, que se sorprende, para lograr esa idea de que las vivencias se desarrollan en un eterno devenir de lo mismo; es quien sale del círculo –y he aquí el último punto- y regresa como un héroe al tiempo (como el poema The Return de Ezra Pound), en la vivencia de esa angustia que se plasma en un recrearse de la persona misma a través de una pequeña reflexión. Es algo así como oír una parábola y vivirla, celebrar el hecho de su descubrimiento, que se clava en lo profundo de lo humano, es decir, volvemos a ver el mundo como si fuera la primera vez.
miércoles, agosto 03, 2005
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1 comentario:
1,2,3... por mí y por todos mis compañeros!. Espera con paciencia lo que tenga que hacer de este poema... espero no defraudarte
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